¿Te suena eso de posponer las tareas hasta el último momento? ¿Dejarlo todo para mañana, sacrificando tu salud mental en el proceso? Si es así, te presento a la procrastinación, una vieja conocida.
Me afectaba en todos los aspectos de mi día a día, era terrible. Cuando tenía que estudiar, o entregar algún trabajo, nunca llegaba a tiempo. Siempre empezaba con mis mejores intenciones, pero luego me distraía y terminaba viendo algún video sobre gatos en YouTube. Y al final, acababa agobiada, estresada y con la sensación de no haber hecho nada.
En el trabajo no iba mejor, era la reina de las entregas a última hora, la ansiedad me comía por dentro, me sentía culpable, incapaz de concentrarme, y mi autoestima se hundía más y más.
Y en mi vida personal, ni te cuento: no podía hacer planes con los amigos porque siempre tenía la cabeza metida en las tareas que había pospuesto.
Empecé a leer sobre el tema y a buscar estrategias para superarla. Probé con la técnica Pomodoro, con listas de tareas, con aplicaciones de gestión del tiempo…
Pero la procrastinación era más fuerte que yo, estaba acabando con mi salud mental, así que un día, después de una noche de insomnio y sudores fríos, decidí que no podía seguir así.
Al principio, no lo veía claro. ¿Hablar con un psicólogo por dejar las cosas para última hora? Sonaba algo exagerado. Pero me armé de valor y busqué ayuda en un centro de salud mental, que se convirtió en mi tabla de salvación.
El terapeuta me escuchó sin juzgarme, gracias a unas sesiones individuales, comenzamos a desentrañar las raíces de mi comportamiento. Poco a poco, me di cuenta de que la procrastinación era solo la punta del iceberg.
Descubrí que, en muchos casos, la procrastinación era simplemente una forma de evitar enfrentar mis miedos y ansiedades.
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La mejor ayuda para mejorar la salud mental cuando la procrastinación se hace más fuerte
Con el apoyo de un profesional, comencé a desarrollar estrategias para manejar mi tiempo de manera más efectiva.
He aprendido técnicas de organización y planificación que me ayudan a priorizar mis tareas y a mantenerme enfocada en mis objetivos a largo plazo. Las divido en pequeñas partes, para empezar sin sentirme abrumada y mantener la motivación.
Cuando me pongo a trabajar, elimino las distracciones, apago el móvil, cierro las pestañas del navegador y busco un sitio tranquilo.
Soy realista, no pretendo hacerlo todo perfecto, ni deprisa, sino que me marco objetivos alcanzables que me permitan avanzar a mi ritmo. Y cada vez que completo una tarea, me tomo un momento para celebrarlo, por pequeño que sea.
Y por último, la más importante de todas las estrategias, si me atasco o me siento desmotivada, no dudo en pedir ayuda a amigos, familiares o un profesional.
No ha sido un camino de rosas, ni mucho menos. Hubo momentos de frustración, recaídas y ganas de tirar la toalla.
Hoy en día, aunque aún hay momentos en los que la procrastinación intenta volver a tomar el control, tengo las herramientas necesarias para enfrentarla de manera efectiva. Sé que no estoy sola en este proceso y que puedo recurrir al Centro Eines en cualquier momento que lo necesite.
Si estás luchando contra la procrastinación y te preocupa tu salud mental, no te sientas solo. Busca ayuda, habla con alguien y no tengas miedo. Hay muchas personas que pueden ayudarte a superar este obstáculo y alcanzar tus metas.